El deporte de los bon vivants

A pesar de mis años tengo mucho que aprender. Vivimos una cultura del deporte aficionado que ha importado esquemas de funcionamiento del mundo profesional, dirigidos al rendimiento por encima de otras consideraciones. Perseguimos la marca a veces de manera obsesiva, estrujamos nuestro cuerpo buscando las máximas prestaciones convirtiendo el deporte más en un castigo que en un premio, persiguiendo un modelo idealizado, lejano e inalcanzable, que quizá no nos corresponde.

Y digo que tengo mucho que aprender porque yo mismo caigo a menudo en la trampa. A veces tengo que detenerme, sentarme sobre una piedra bajo la pared y razonar: acabo de encadenar un 7a y ¿qué he sentido? Nada diferente que cuando encadeno un 6b+, miro la vía y ¿qué veo? Nada diferente que el resto del largo farallón de roca, un bordillo miserable de caliza roja, blanca y azul de 30 metros de altura con varios cientos de vías equipadas con parabolts. Nada que ver con una bella arista de granito que remonta desafiante las alturas encaramándose directa a la cima de una montaña deseada entre las nubes. El paso más duro apenas un IV+. ¿Qué hago yo aquí? Para llegar, he tenido que renunciar a la bici de montaña, de la de carretera ni me acuerdo, no voy al monte y apenas corro de vez en cuando. Paso las semanas entrenando entre el rocódromo y estas miserables paredes ¿para qué? 7a ¡Vaya! Cualquier chaval de 18 empieza a escalar y hace este grado en tres meses. Y además no le duelen las rodillas. Realmente, no me gusta la deportiva.

Tiene que haber otra forma de deporte, una que se integre de manera armoniosa formando parte del puzzle sin encajarla a garrotazos. El deporte del bon vivant es ese deporte amable que te permite jugar con tu cuerpo y disfrutar, además de tu actividad deportiva, de todo lo demás. Hay verdaderos expertos de los que aprender, como este grupo de ciclistas que organizan todos los años, desde hace unos cuantos, sus travesías de varios días: buena cama, buena mesa y mejor infraestructura, pero no creáis que no dan pedales. Para ellos el deporte es una excusa, una excusa para vivir. Doble R, uno de los miembros del grupo, monta un blog para la ocasión (es el segundo año que lo hace). Este año se lleva una de esas cámaras panorámicas  que colocas en cualquier lado y te saca esos planos subjetivos tan bonitos (me ha prometido que el próximo invierno me la deja). La travesía de este año es la Transandalus, el año pasado fue la Ruta del Duero. Mientras dure el viaje voy a enlazar el blog Transandalus 2011 en la columna lateral para seguir sus andanzas y pasar envidia. A ver si aprendo algo.

Yo quiero ser un deportista bon vivant.

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