No más fútbol, por favor

El sábado participé con un grupo de compañeros de cvckorrika, la sección de carreras de montaña de mi club, en la Subida a Guadalupe, una carrera corta sobre asfalto que se celebra antes de las fiestas de Hondarribia. Me gusta esta carrera, es la quinceava edición en la que participo, aunque nunca lo había hecho tan bien acompañado como este año. Supone para mí el pistoletazo de salida para la preparación de la temporada de otoño, la más activa en carreras populares y especialmente para situar mi punto de partida de cara al maratón de Donostia a finales de noviembre. Creo que este año lo correré, después de cuatro años de ausencia. Me siento bien corriendo, un poco lento pero bien.

Este año mi hijo ha participado con sus primos en las carreras para niños que el BAT organiza por segunda vez junto a la muralla, en las proximidades de la salida, antes de la carrera de los mayores. Manu está en categoría infantil (13-14 años) y aunque entre los más pequeños la participación ha sido nutrida, en su categoría sólo había seis participantes, cuatro niños y dos niñas. La gente del Bidasoa Atlético Taldea repartía junto con la inscripción una llamada tratando de animar a los chavales a iniciarse en el atletismo.

Desde el entorno del esquí de fondo estamos acostumbrados a esta escasez de jóvenes deportistas, es un deporte complicado para alguien que vive lejos de la nieve y no es extraño que fuera del área de influencia familiar de cuatro apasionados, la gente casi ni sepa de su existencia.

Yo creía que el atletismo podría ser otra cosa, pero me equivocaba. Es más, soy tan capullo como para haberme estado regocijando durante la primavera pensando en el atletismo de alto nivel que iba a ver por la tele este verano con unos mundiales en Corea. También me equivocaba. El atletismo, el deporte de los deportes, el de más historia, el de más tradición, el más universal y verdadero deporte rey, ha pasado una de sus páginas importantes, el Campeonato del Mundo, por delante de nuestras narices como un acontecimiento de segundo orden mientras los periodistas (que se dicen deportivos) cacareaban contándonos que un entrenador de fútbol le insultó a un masajista en un partido de pretemporada según se desprende del “trabajo de investigación” de los expertos lectores de labios sobre unas imágenes grabadas en el banquillo por una cámara situada con ese fin. Y no es que el mundial haya pasado sin pena ni gloria por los resultados pobres de los españoles, no. La dejadez en la cobertura informativa ya estaba decidida de antemano. Hay quien frunce el ceño con estos resultados, como si cuatro o cinco medallas hubiesen podido arreglar esa realidad incuestionable: una buena parte de los amigos de mi hijo, a sus trece años, empiezan a dejar el deporte, y los que no lo dejan practican, en un noventa por ciento, fútbol. Incluido mi hijo.

No tengo nada contra el fútbol que practica Manu, faltaría más, es un deporte de equipo que fomenta valores de cooperación y solidaridad que un deporte individual como el esquí de fondo difícilmente puede. Tampoco tengo nada contra el fútbol en general. Por mucho que yo haya sido siempre un paquete en ese deporte, he admirado y aplaudido sin complejos a mis amigos futbolistas. Ocurre que cuando voy a Anoeta a ver los partidos del equipo de mi ciudad, del que además soy socio, miro a mi alrededor entre el público y no me gusta lo que veo. Lo siento, pero apenas veo deportistas compartiendo una afición mientras ven y aplauden a sus referentes. Lo que sí veo son colores, veo banderas, veo pasión identitaria que trasciende peligrosamente el sentido de juego que debe tener el deporte. Como primer objetivo, para respetar al rival, por ejemplo. El sentido de juego del deporte es fundamental para muchas más cosas, para respetarse a uno mismo también.

El fútbol profesional es el Circo Romano de nuestros días, se ha convertido en un espectáculo y un gran negocio en el que el deporte es sólo un pretexto y es socialmente empobrecedor, porque fomenta justo lo contrario de lo que debería. Además, el efecto ejemplarizante y los cantos de sirena económicos han hecho que el fútbol aficionado y de edades infantiles se contagie de una forma de hacer absolutamente inmoral. Han llevado a que se prime económicamente a terceros en categorías regionales, a que un padre tenga que ponerse desagradable con un ojeador que insiste en llevarse a su niño de diez años (que ya juega al fútbol en un equipo con sus compañeros) a un equipo de más renombre, a que se practique, por parte de algunos, una política de usar y tirar sin contemplaciones donde lo último que se valora son los intereses personales del deportista joven.

Manu juega en un equipo atípico, el Amara Berri, espero que no lea esto, pero son un poco mantas, él juega como pivote y tiene cierta visión de juego y buen toque, además de la capacidad de correr sin descanso desde el primer hasta el último minuto. Pero sobre todo, disfruta jugando y yo disfruto viéndole disfrutar. Hace unos años uno de los hijos de mi amiga Marilis decidió dejar el Vasconia para pasar al Amara Berri, el entrenador, consternado, le decía a mi amiga que ellos eran un equipo “competitivo”, mientras que el Amara Berri era un equipo “recreativo” (recreativo, en el léxico deportivo de aquel joven entrenador debía ser una especie de insulto, a juzgar por los gestos que acompañaban a la expresión, según Marilis).

Efectivamente, en el Amara Berri las puertas están abiertas para todos y en los partidos se intenta que jueguen todos.

Yo sólo espero que Manu siga haciendo esquí de fondo. Si no, tampoco pasa nada, antes de que él existiera para mí ya había superficies nevadas, huellas interminables y tardes de colores grises con el crujir de mis esquís como único sonido…

No necesito más, aunque me gustaría compartirlo con mi hijo. Con permiso del fútbol.

(Espero que nadie se ofenda con estas generalizaciones, bueno, nadie que no deba ofenderse, sé que hay más equipos con la filosofía del Amara Berri y sé que hay en Anoeta aficionados al fútbol, que lo son también al deporte. Tristemente, ni unos ni otros son mayoría).

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4 respuestas a No más fútbol, por favor

  1. inigo.txg dijo:

    Rafa, hitzik gabe geratu nauk!!!
    Txapeau, hire postarekin ados negok %100, eta lasai hire aktitude errekreatiboarekin hire semeak jarraituko dik eskian. Ziur.
    Sino, el se lo perdera…..
    Ondo izan artista.

  2. Marilis dijo:

    Desgraciadamente, y mira que me fastidia reconocerlo (soy un poco «macarra»), tienes mucha razón…A veces, el espectáculo en Anoeta es desagradable y no por la calidad de lo que se ve en el césped precisamente, que ese es otro asunto bien distinto. A pesar de todo, me gusta, me encanta el fútbol, tal vez más que ningun otro deporte; solo el tenis le hace sombra. Ojalá en las gradas de Anoeta reinara el mismo respeto que se respira en, por ejemplo, las canchas de tenis que aún siendo todo un espectáculo guardan el debido respeto a los/as deportistas que disputan el partido sin que este hecho le reste un ápice de emoción.
    En fin, con todo, espero verte en Anoeta y animar al equipo de mis amores, que falta nos va a hacer…

  3. Sigurail dijo:

    Aupa. Se pueden descargar los 2 vídeos de los 25 años de Amara Berri desde http://kiwi6.com/file/25a82nr20u

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