Para un escalador del montón como yo, hacer la Murciana al Pisón, en Riglos, fue un logro fruto del entrenamiento y la tenacidad. Para un escalador de los setenta como yo, una hazaña inimaginable cuando siendo un crío pasaba por la carretera que serpentea junto al río y miraba hacia los mallos con admiración, los hermanos Gallego acababan de abrir en la imponente pared Sur del Pisón una vía en artificial, directa y elegante, que con los recursos de la época podía considerarse como el límite de lo escalable, la Rabadá.
Con el paso de los años la costumbre ha sustituido el nombre por el de “la Murciana”, en honor a sus aperturistas. Les costó días de trabajo y un vivac durante su primera ascensión. Luego, la evolución de los seguros expansivos, los pies de gato y el entrenamiento exhaustivo, dispararon el cambio de mentalidad y la escalada libre se lanzó a la conquista de objetivos insospechados, obligando a crear nuevas escalas para medir la dificultad y permitiendo progresar por desplomes del calibre de la Visera. Aquella elegante vía al Pisón podía hacerse en libre y en el día. Hoy, si nos atenemos al croquis, ni siquiera los pasos son de una gran dificultad.
He hecho dos veces la Murciana y en las dos he disfrutado como un niño. La primera la hice con Edu, entramos muy temprano en la vía, con nervios por ser la primera vez para ambos y porque esa noche había llovido y temíamos encontrar tramos mojados. Fuimos los primeros en entrar y, como suele ser habitual, un rosario de escaladores nos siguió creándonos una cierta presión por movernos rápido. Estábamos en forma y una vez metidos en harina gozamos como nunca en un día perfecto para escalar. Creo que ese día rompimos una barrera psicológica, al menos yo. La segunda vez la hice con Andoni, fue la primera para él. Un día de verano con un calor abrasador. Toño nos comentó la víspera que el sol no pegaba en la canal de salida hasta las once. Hecho el cálculo, salimos a las siete y, completamente solos en toda la vía, nos dio tiempo de evitar la torrada pero, pese a todo, pasamos mucho calor. Recuerdo que en las últimas panzas iba al límite del calambre y llegamos abajo secos.
La Murciana es una de las vías de escalada más bonitas que he hecho nunca, para un escalador como yo la continuidad ha sido siempre la única virtud y moverse por esa pared tan abierta y vertiginosa en una escalada franca, directa y con mucho canto durante tantos largos es un lujo difícil de encontrar en otros sitios. Los últimos largos, exigentes si vas cansado, ponen la guinda de dificultad para que la vía no se convierta en un paseo y mantenga la tensión y el punto de incertidumbre que da sabor a estas cosas.
En el 89, Carlos García nos dejó noqueados con su famosa foto en el último largo de la Fiesta, en la Visera, sin cuerda y con todo el patio a sus pies. Cuando veo a Alex Huber hacer la Murciana en “solo” y rememoro la ascensión, el punto de incertidumbre se extiende creciendo como una mancha de aceite. Verle agarrar esos bolos sobre el abismo me pone los pelos de punta, por mucho que el continuo paso de escaladores desde hace años hayamos hecho una “selección natural” de los bolos a prueba de escaladores.
¡Quién hubiese imaginado en aquel lejano 1976 que algo así iba a ser posible!
(Dedicado a Joseba, para que le suden un poco las manos)
Preciosa entrada y precioso el vídeo, tanto como impresionante…
Rafa: ¡Te voy a matar! Porque, efectivamente, para cuando, avanzando en la lectura de tu artículo, he llegado a tu maliciosa dedicatoria, ya me estaban empezando a sudar las manos. ¿El video? No lo he podido ver entero a la primera. Ver a ese tío a esas alturas, sin cuerdas, me supera. Y solo imaginaros trepando por esa pared, aunque sea sujetos, también me altera. Pero, claro, si escribes algo, sabes que te voy a leer. Y si cuelgas un video, sabes que lo voy a ver. De todos modos, razonándolo todo y conociendo tu enorme prudencia en otras lides (bicicleta, esquí…), vuelvo a tranquilizarme, pues ya se que andáis siempre con cuidado y seguridad (todo lo más, haciendo cosas originales, eso sí). Pero estos momentos de susto… no te los perdono.
Dena dela, segi idazten, Rafa. Luxu bat da halakoak irakurtzea. Besarkada bat.