Un aroma a trementina impregnaba esta mañana el aire primaveral de la Plaza de Gipuzkoa. He caído por allí por casualidad, moviéndome sin rumbo por la ciudad. Todos los años, por estas fechas, se celebra el concurso de pintura al aire libre en esta plaza. En cada rincón de sus jardines los artistas, enfrascados en su obra, trabajan calculando proporciones, abocetando y manchando sus lienzos, mezclando colores, repasando pequeños detalles… ajenos, en general, a los curiosos que nos asomamos por encima del hombro. Para consumar una vez más el acto mágico de convertir la realidad cotidiana en arte, permitiéndonos mirar a través de otra mirada. Visiones a veces previsibles, a veces sorprendentes y en ocasiones, impactantes.
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