El hobbit de la Comarca

Foto: Juanma Sotillos, de su blog del mundo a la montaña.

Mis amigos se ríen de mí, conocen mi aversión a los viajes y no entienden que antes de partir esté pensando en la fecha de regreso. No puedo evitarlo, es un rasgo de carácter heredado de mi padre. Los lunes son para mí un día magnífico en el que todo vuelve a la rutina, la perspectiva de una semana por delante en la que sé exactamente qué voy a hacer cada día me reconforta. También es verdad que nunca me he matado a trabajar, lo reconozco, y que consigo alternar mis ratos de ocio y de trabajo en una balanza de justo equilibrio, es el único objetivo en mi vida para el que me he empeñado con ahínco.

Soy un hobbit de la Comarca. Aventurarme más allá de la Tierra Media me produce escalofríos y no lo hago si no es estrictamente necesario. Conociendo mi afición a esquiar, la gente se sorprende de que no haya esquiado en los paraísos del Centro o del Norte de Europa y de que no tenga especial interés en hacerlo. Cuando se enteran de que a mí lo que me gusta es esquiar en Somport, me miran y piensan: este tío es tonto.

Y es verdad, lo soy, pero para mí una buena esquiada vale la mitad si no se sigue de una buena ducha en mi casa y un rato de tranquilidad dedicado a la lectura, por ejemplo, con mis zapatillas y en mi sillón, con un té caliente y la Tula dándome la lata a los pies, hasta la hora de cenar (di que hace tiempo que no practico esta modalidad de relax, por el coñazo de limpiar y preparar esquís para mí y para otros, pero bueno, creo que voy camino de remediarlo).

Mi padre solía decir que él no iba más allá de la trastienda, su trastienda estaba en Tierra Estella, la mía llega más o menos hasta mitad del Pirineo, quizá un poco más.

Así que, para un aldeano ignorante como yo, la gente que viaja es como de otro planeta. Eso sí, me gusta que vengan y me cuenten sus historias, que me enseñen sus fotografías de lugares lejanos y gentes exóticas (aunque lo de las gentes me sobra un poco), especialmente si son lugares llenos de montañas, de bosques profundos o torrentes impetuosos, de desiertos, de grandes superficies nevadas, de rocas y de glaciares. De naturaleza. Hay dos cosas que no me gustan: las selvas y los mares. Las primeras no dejan ver las montañas, los otros no las tienen. Es así.

Elena me miraba incrédula y se reía hace poco cuando le hacía una descripción bastante poco atractiva sobre lo que es el mar para mí: un lugar frío y húmedo y sobre todo, llano, aburridamente llano (encima, cuando lo miras de cerca ni siquiera es llano, está lleno de pequeñas hondonadas y de crestas que se mueven, ¡jódete!). El otro día estuve en la presentación de la exposición de Juanma Sotillos sobre su reciente viaje a la Antártida, que se puede ver en el Vasco de Camping. Un viaje en velero a través del océano Antártico para visitar una costa repleta de témpanos de formas caprichosas entre los que despuntan fantásticas montañas de merengue con afiladas aristas, corredores elegantes y cornisas de nieve en precario equilibrio, icebergs, seracs y grietas y , de vez en cuando, donde la verticalidad no permite a la nieve asentarse, paredes de roca de belleza desafiante. Una exposición con bellas fotografías y un audiovisual que muestra, en media hora de proyección, una sucesión vertiginosa de imágenes de paisaje y fauna que te dejan embobado, ¡merece la pena disfrutarlo!

Probablemente nunca visitaré esos lugares increíbles en los que posar la vista sobre un punto, destacado del resto, se me antoja una tarea difícil. Lo que es seguro es que no transitaré por esos mares oscuros y fríos, de espumas y barrancos agitados. Prefiero que otros vivan esas experiencias y me las cuenten aquí, en el calor acogedor del hogar, en la Comarca.

Soy un hobbit y, aunque vivo en una ciudad que presume tanto de mar, prefiero darle la espalda. Mis afectos, mis vivencias y mis deseos, son siempre de tierra adentro… ¡A excepción del pescado!

Por cierto, ¿os habéis fijado? una buena parte de la gente que te habla de la belleza del mar, se está refiriendo a la costa… es como aquél que decía que lo bueno del sol es la sombra.

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3 respuestas a El hobbit de la Comarca

  1. Miren dijo:

    Totalmente de acuerdo contigo, Donostia como ciudad de mar me gusta, pero quizás sea el encanto de la costa hacia el mar. Soy más de «tierra adentro», no me gusta el paisaje plano y monótono del mar, prefiero estar en medio de un «mar» de montañas y bosques, en donde el único agua sea el de las fuentes, lagos, ríos y cascadas…

    • Me tranquiliza no ser el único raro que disfruta tanto del tópico de la Bahía, como de esa vista del Adarra nevado sobre la ciudad, un frío atardecer de invierno, de vuelta a casa cruzando el puente de la estación.
      Gracias por tu comentario y un abrazo, Miren.

  2. marilis dijo:

    De hobbit a hobbit: pues sí, yo también soy una hobbit de la Comarca, sólo que a veces me gustaría no serlo…porque me gusta mucho conocer otros sitios, paisajes urbanos incluidos. Y como dices, cuando hablo de la hermosura del mar, probablemente lo hago mirándolo desde la costa; aunque en alguna ocasión solo he estado rodeada de mar y me parece bellísimo, turbador y cambiante…En fin, para gustos los colores y entre ellos, para mí, el azul, el blanco y toda las gamas de los grises: ¡es que soy una hobbit ñoñostiarra muy muy corta de vista! Pero no desprecio el verde, ni el pardo, ni el dorado de los campos de Tierra Estella…Será la sangre…

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