La playa de Itzurun, en Zumaia, es un lugar singular y muy concurrido, ha sido fotografiado infinidad de veces. Artistas consagrados o turistas de cámara ocasional, da igual, todos sucumben a su formidable atractivo para disparar el obturador y dejar que la luz dibuje en el sensor de sus cámaras esos estratos hojaldrados que el flysch del cretácico deja al descubierto en sus farallones.
Muy cerca, en uno de esos estratos, la naturaleza dejó un importante mensaje que la ciencia tardó muchos años en descubrir e interpretar. Zumaia es uno de los pocos lugares en los que el límite KT (entre el Cretácico y el Terciario) queda al descubierto con las huellas microscópicas del impacto de aquel meteorito que cambió el curso de la historia biológica del planeta y permitió, entre otras muchas cosas, que aquellos mamíferos insignificantes, relegados a un papel anecdótico en la biosfera de aquella época, se encontraran de repente ante la oportunidad de medrar, multiplicarse en número y en diversidad morfológica en un nicho ecológico que se expandía, casi sin límites, ante la ausencia de los predadores que antaño les mantuvieron a raya. Y aquí estamos nosotros, la versión cabezona y de manos hábiles de la descendencia de aquellas ratillas que se escabullían a sus madrigueras ante el retumbar de los pasos del gigante.
Pero, como digo, Itzurun tiene además un atractivo estético innegable. Hoy, visitando la página web de Luis Martínez Aniesa, fotógrafo y socio de Club, he encontrado la fotografía que encabeza este post y que parece más una pintura. Y me ha recordado esta otra imagen de una acuarela que pinté hace unos años en el mismo lugar.
A veces la fotografía se aleja de la fotografía, como la pintura se aleja a veces de la pintura.
Un fotón de luz actúa sobre las sales de plata de una película que reacciona o sobre el fotodiodo de un sensor de silicio que envía una señal eléctrica, no importa. Un pintor mezcla y extiende unos pigmentos sobre un papel, tampoco importa. En cualquier caso, fotones de luz volverán a viajar desde una superficie hasta una retina en la que las minúsculas terminaciones nerviosas especializadas reaccionarán, como lo hace el sensor de silicio, enviando unas señales eléctricas a la parte de la corteza cerebral de un mamífero encargada de interpretar aquello como una imagen.
Fotografía… pintura… ¿realmente importa? Hay una parte de las funciones cognitivas de este descendiente de las ratillas del cretácico, capaz de vincular esas imágenes con emociones.
Y esas emociones son lo único que realmente importa.
Artista bat haiz, Rafa. Bi irudi eta iruzkin horiekin gozarazteaz gainera, aspalditik egiteko gogoa dudan asmo bat berpiztu didak: flysch inguru hori bertatik ikustera joatea. Izan ere, askotan gertatzen zaigu urrutiko intxaurrak amesten egoten garela, konturatu gabe batzuetan altxorra auzoan izaten dugula. Segitu halako gogoetak konpartitzen, gozatu bat izaten dira-eta.
Eskerrik asko Joseba, dudarik gabe bisita hori egin beharrekoa da, ea elkarrekin egiteko aukera izaten al dugun. Hitz egin eta antolatzea izango litzateke, besterik gabe…
¡Hey, yo también quiero ir! ¿Me avisaréis? Prometo, incumplo casi siempre mis promesas, no incordiar…
Besos