La del historiador es una tarea paciente y minuciosa que se desarrolla en la sombra. Sin embargo, desde la penumbra, el historiador tiene el paradójico don de arrojar luz sobre nuestra memoria. De alumbrar los rincones oscuros de lo que aconteció.
Es verdad que lo que no se escribe (o documenta por otros medios), termina por no haber ocurrido. Antxon tomó hace ya muchos años la determinación de escarbar en la Historia del montañismo vasco. Una Historia breve pero intensa, como él dice, sobre la que tenemos la ventaja de contar con el testimonio directo, o casi directo, prácticamente desde sus orígenes. El resultado de tanto trabajo son sus tres precisos (y preciosos) volúmenes de la “Historia testimonial del montañismo vasco”, editada por Pyrenaica hace unos años y que, partiendo de aquella más breve “Biografía sentimental…”, recoge con precisión lo acontecido desde mediados del XIX hasta 1980.
Dice Antxon en el prólogo, que inició aquella empresa con el mismo miedo de un montañero ante una gran ascensión, y le creo. Es tal la envergadura de esta tarea enciclopédica, que no pudo ser de otro modo. Sin embargo, estoy seguro de que, pese a las penalidades, igual que en las grandes ascensiones, las satisfacciones y el placer de la superación de los obstáculos resueltos habrán sido también grandes, así como la contemplación de la obra finalizada, visto el brillo del resultado.
Hace poco Antxon Iturriza nos hizo partícipes de esa Historia en cuatro charlas celebradas en el Club. Charlas llenas de datos, de documentos, de anécdotas y sucesos, pero, sobre todo, de esa humanidad que transmite este hombre apasionado por su tarea. El penúltimo día, el conferenciante se dio cuenta de que entre el auditorio podía contar a varios de los protagonistas de la parte final de la Historia, de la que hablaría en la siguiente jornada. Y quiso cederles la palabra. Así, ese último día, pudimos contar con el testimonio directo de Suso Ayestarán, de Julio Villar, de Tito Cáceres, de Casimiro Bengoetxea, de Loli López, de Imanol Goikoetxea y de Juan Antonio Laredo, gentes del Club y actores estelares de aquellos sucesos individuales que, juntos, forman parte de esas páginas de la Historia testimonial del montañismo vasco.
¡Muchas gracias Antxon!