Faltan unos minutos para mi salida, hace media hora que han empezado a correr los primeros mientras yo calentaba, los alrededores de la salida son un hervidero de gente que pulula atrás y adelante, saludando a conocidos, sacándose fotos, trotando, bebiendo el último trago. La música y el speaker caldean el ambiente mientras en la pantalla gigante se suceden las imágenes de quienes van saliendo. A mi alrededor hay un ambiente contagioso de entusiasmo, de optimismo desbordante, hay gente que baila al son de la música o simplemente salta para calentar, hay una proporción inhabitual de mujeres, hay gente de todas las edades con pinta de venir a pasarlo en grande…
Después de un parón de varios años, en 2010 volví a correr la Behobia. Alguien me hizo saber que había perdido “el privilegio” de salir con un dorsal de color, creo que rojo, que correspondía a mi marca la última vez. Me dijo si no pensaba hacer algo para remediarlo, como correr alguna otra carrera para acreditar marca. La verdad es que no me preocupaba en absoluto, después de varios años sin poder correr, hacer la Behobia era ya un regalo formidable, mucho mayor que mejorar mis tiempos. Salí con dorsal blanco, no exactamente en el último grupo, sino en el penúltimo. Pese a todos los presagios de mis amigos sobre las dificultades de hacer una buena carrera en esas circunstancias, hice la mejor Behobia que recuerdo. No la más rápida, obviamente, pero sí la mejor carrera. Disfruté como nunca, lo di todo sin problemas e hice una marca satisfactoria para mis modestas ambiciones (1:30:23).
Pero, sobre todo, ese día me contagié en la salida del ambiente festivo y solidario, del buen rollo que la gente a mi alrededor, especialmente las mujeres, conseguían crear en la salida y que mantenían durante gran parte del recorrido. La Behobia que se corre saliendo más adelante es mayoritariamente una carrera de caras concentradas, de momentos tensos de última hora, de gestos minuciosamente estudiados para atarse una zapatilla, de empujones para coger un buen sitio en la jaula de salida. Uno está deseando empezar a correr para acabar con el tormento.
Como digo, una buena parte de los ingredientes para aquel buen rollo lo ponían las mujeres. Muchas veces cuento la anécdota de que he hecho dos veces rafting en el río Gállego, una con mujeres y otra solo hombres, os aseguro que en la de las mujeres el río era mucho más bravo, los saltos más espectaculares, los rápidos más vertiginosos y las sensaciones durante el descenso mucho más intensas y divertidas. Frente a los gritos y risas de aquella vez, el descenso masculino parecía un funeral, todos con cara de “a mí esto no me impresiona, yo soy un tío duro”, allí nadie perdía la compostura mientras no empezara a tragar agua.
Hace veinticinco años era raro encontrar a una mujer corriendo por la calle. En lo deportivo, como en otros órdenes de la vida, las mujeres siguen tratando de abrirse paso, en algunos lugares con más éxito que en otros, en algunos aspectos con más fortuna que en otros. Muchas veces se tiende a interpretar la lucha de las mujeres como algo cuyos frutos cosecharán ellas y, en ese sentido, ellos tienden a interpretar que será a costa de lo que puedan quitarles. Creo que la interpretación no puede ser más miope.
No es que las mujeres necesiten incorporarse a la práctica deportiva. Es que el deporte necesita la incorporación de las mujeres. Para que sea un lugar todavía más gratificante, más humano y más enriquecedor.
Hace veinticinco años la Lilaton invitaba a las mujeres a romper zapatillas corriendo, ése era el eslogan, participó un centenar largo de ellas corriendo por las calles de San Sebastián, esta mañana soleada eran varios miles, muchas de aquéllas con las que compartí salida en la Behobia de 2010 empezaron a correr en esta prueba. Pero no solo, la llamada de este tipo de iniciativas tiene unas consecuencias de efecto transversal, desde el segmento más popular que corre para su bienestar y su salud, hasta el segmento de la élite más competitiva. Lo que esta carrera ha hecho por las mujeres en veinticinco años de éxitos, habrá que preguntárselo a ellas. Lo que yo sé es qué ha hecho la Lilaton por el deporte: ha contribuido a convertirlo en una experiencia más gratificante.
En este vídeo podéis ver un resumen de la historia de la Lilaton, contada por sus protagonistas y llena de interesantes reflexiones.