Egino es un pueblo pequeño en el que no hay bar. Ni falta que hace. Pegado a una de las paredes de la iglesia hay un banco metálico de color azul, de esos que suelen estar anclados al suelo en los parques. Éste está suelto, de tal forma que el usuario puede moverlo para situarlo a su gusto en el lugar más conveniente. Al sol o a la sombra, protegido del viento o buscando la brisa, de cara al escaso ajetreo del pueblo o de espaldas al mundo. Esta tarde, tras bajar de escalar en las paredes próximas, nos hemos sentado al sol, mirando a la montaña y así, mientras picábamos algo y organizábamos el material, hemos disfrutado de la bonita vista.
Hoy hemos vuelto a Egino para hacer otra de las vías abiertas por Antxon Gorrotxategi en esta escuela alavesa. Egino tiene una tradición escaladora que se remonta a muchos años atrás, recuerdo haber escalado allí cuando tenía 16 o 17 años y las cosas eran un poco diferentes. Me gusta el sitio, es tranquilo, sin las aglomeraciones de otros lugares. Su orientación Sur hace que sea perfecta en días frescos de primavera como el de hoy.
A la derecha de la Paloma y el Azor, dos paredes características de esta escuela, hay un terreno amplio repleto de resaltes de roca que se alternan con pequeñas vaguadas llenas de pedreras y vegetación, estos resaltes se extienden a lo largo de la ladera durante quizá un kilómetro y se distribuyen en varios pisos hasta alcanzar la meseta cimera. Hasta hace poco en esa zona no había gran cosa para escalar, aparte de la Xabier, una bonita vía bastante visitada teniendo en cuenta la afluencia habitual en Egino.
Estos últimos años Antxon ha pasado un montón de horas recorriendo el laberinto de callejones para buscar los espolones rocosos más apropiados y la forma de conectarlos hasta la cima. El resultado es una propuesta muy atractiva con casi una decena de vías de cinco o seis largos sobre una roca caliza de adherencia espectacular, con placas finas llenas de gotas de agua que se alternan con pasos de canto neto, en general sobre roca compacta, aunque hay tramos algo descompuestos y, lo mejor de todo, un grado asequible a los escaladores “populares” en todas las rutas. Si tuviéramos que buscar algún “pero”, sería la falta de continuidad: la escalada se ve interrumpida, cada uno o dos largos, por tramos que se hacen caminando o trepando.
Bien mirado, quizá esto pueda ser más una ventaja que un inconveniente, si hubiera muchas líneas continuas de seis largos de quinto grado de esas características, el lugar estaría lleno de gente. El equipamiento permite en general cargar con una docena de cintas y poco más.
Hace meses hablaba en viejaszapatillas de otro equipador de vías de escalada, Ekaitz Maiz. Decía en aquella ocasión que yo no podía tener la satisfacción de escalar sus vías debido a su dificultad. En cambio Antxon ha equipado todas estas vías para mí, para mí y para la legión de escaladores que nos movemos en el quinto y sexto grado y también para los que preferimos líneas de varios largos que lleven a “alguna parte”, antes que estar subiendo y bajando un bordillo toda la tarde.
Desde el banco azul observo con Andoni las distintas rutas que ofrece esta parte de Egino. Hablamos de escalada, de montañas, de proyectos para el verano. Al terminar, volvemos a dejar el banco junto a la pared. En otro momento, quizá en otra ubicación, las conversaciones en el banco azul serán diferentes, imagino a dos ancianas a la salida de misa, sentadas desgranando recuerdos, a un grupo de niños jugando con las piernas cruzadas o a una pareja susurrándose al oído promesas de futuro.
No sé si desde el banco azul o desde algún lugar próximo, pero seguro que Antxon habrá escrutado muchas veces la ladera desde una perspectiva parecida a ésta para dibujar sus nuevos proyectos una y otra vez. Imagino el esfuerzo y la dedicación. ¡Una suerte poder disfrutar de sus vías!
Podéis ver los croquis en la revista Errimaia nº75 del Club Vasco de Camping.