La otra cara del turismo épico en los ochomiles

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Clica sobre la imagen para ver el vídeo (nytimes.com)

La muerte de dieciséis nepalís a consecuencia de una avalancha mientras preparaban la ruta de la cascada de hielo al Everest para las expediciones occidentales, ha sido el último y más trágico episodio de una historia que viene de largo. Hace poco, comentando la tragedia con un amigo y los interrogantes que inevitablemente plantea, éste argumentaba que son cosas de la montaña y me refería al accidente que se cobró la vida de nueve montañeros, dos de ellos guías alpinos, en el Mont Maudit hace dos veranos mientras ascendían al Mont Blanc por la travesía de los cuatromiles.

Es cierto, la montaña tiene estas cosas y, quien hace del montañismo su profesión, convive necesariamente con esos riesgos de manera continuada.

Sin embargo, no puedo evitar una sensación de malestar, más allá de comprender la pérdida para las familias que supone un accidente de este tipo. Y el malestar se origina, creo, por una situación que genera muchas más preguntas que respuestas.

No he estado nunca en el Himalaya, no conozco aquellas montañas ni a sus gentes, más allá de los relatos, siempre subjetivos, a los que como aficionado a la montaña he podido acceder. E insisto, esos relatos que me traen viajeros invariablemente procedentes de ochomiles generan, de un tiempo a esta parte, más preguntas que respuestas.

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Niños porteadores (nytimes.com)

La conquista de las montañas ha tenido históricamente tintes dramáticos muy a menudo, el montañismo épico ha sido muchas veces sujeto de polémicas sociales, ha removido conciencias o ha movilizado sentimientos patrióticos; en el camino, las víctimas han sido glorificadas como mártires de una causa de elevado valor, idealizada y finalmente justificada. El episodio de Whymper en el Cervino, la Norte del Eiger, los alemanes en el Nanga Parbat en los años treinta, Mallory e Irvine en el Everest…

La situación en los ochomiles hoy ha cambiado radicalmente. La ruta Sur del Everest es solo la punta del iceberg de una situación generalizada en las líneas más “accesibles” de estas montañas gigantes. La masificación y el derroche de recursos generan muchas preguntas. El papel de los agentes occidentales también. El de la relación entre locales y foráneos, motivo de conflicto desde que los primeros europeos pusieron el pie allí, parece no haber llegado, ni de lejos, al mínimo equilibrio deseable.

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Despliegue de medios (nytimes.com)

En el accidente del Mont Maudit el valor de la vida de todos los accidentados, profesionales y montañeros aficionados, era tasado con la misma medida. Me pregunto si en el Himalaya ocurre igual. Por de pronto, las autoridades proponían una indemnización por el equivalente de trescientos euros a las familias de cada uno de los sherpas fallecidos. Mientras tanto, agencias y representantes gubernamentales insistían en continuar la campaña, justificando sus presiones en el alto precio pagado por los clientes, entre 20000 y 50000 euros por persona.

Pasó el tiempo del montañismo épico, hoy es el «turismo épico» en los ochomiles el que acapara, temporada tras temporada, los titulares de los periódicos, atrayendo con un magnetismo a veces difícil de entender a una legión de practicantes del primer mundo.

Los dos fotogramas del vídeo de arriba que he elegido para ilustrar este post simbolizan en cierto modo el origen de ese malestar al que me refería antes, el que da lugar a esas preguntas de respuesta incómoda. Entre los niños porteadores y el derroche de medios para las expediciones, caben muchas reflexiones.

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