Acabo de leer un artículo de Tomás Navarro sobre algo que me lleva tiempo carcomiendo. Cada vez con más insistencia mientras la práctica del deporte popular va tomando una deriva más marcada hacia los esfuerzos extremos, hacia las actividades más extenuantes y con un mayor coste físico. Alguna vez lo he comentado en viejaszapatillas.
Él lo expresa muy bien en su artículo y no voy a ser reiterativo. Lo suscribo hasta la última coma, no como crítica colectiva, simplemente como opción personal en la forma de hacer deporte. Me sorprende a diario ese gusto por la hazaña extraordinaria. Tengo la sospecha de que, cuando Jesusmari nos cuenta que hizo 1:32 en la Behobia, se siente frustrado por nuestro gesto de indiferencia: “Muy bien, chaval”. Hace unas semanas un amigo común le abrazó y luego estrechó su mano con reverencia cuando supo que había terminado una carrera de más de 100km: “Eres mi héroe” fueron sus palabras. Da igual el tiempo que hagas en una Ultra, o la posición en la que llegues, si acabas, eres un héroe, probablemente con intentarlo, eres ya un héroe.
«…si no eres capaz de sonreír cada minuto que estás haciendo deporte, revisa lo que estás haciendo»
Me encanta la frase, la voy a imprimir y la pegaré en la puerta del armario de las zapatillas.
Probablemente la frase no pueda aplicarse de una manera absolutamente literal, todos tenemos días malos, tardes perezosas en las que, sin embargo, nos empeñamos en llevar a cabo el entrenamiento programado con desgana. Sin embargo, sí que la frase representa el ideal que perseguimos (o perseguíamos) los deportistas populares. Aunque sé que la actividad física es buena para mi salud, os aseguro que el motivo, el único motivo que me ha empujado siempre a atarme mis viejas zapatillas ha sido la búsqueda de esa sonrisa. Hoy, sin embargo, parece que el sufrimiento se ha convertido en un fin en sí mismo: relatadas con deleite, las miserias físicas y mentales sufridas durante la prueba parecen no tener fin cuando escuchas a los protagonistas, a los días de la carrera.
Hace poco un conocido se lamentaba de un problema en los abductores, que le había llevado a visitar varias veces al fisio después de competir en un triatlón de media distancia un sábado en Zarautz (nadar 3km, 80km de ciclismo y 21km corriendo) y en la Quebrantahuesos (200km y tres buenos puertos de montaña) el sábado siguiente. Cuando le pregunté por el descanso me dijo que sí, que ya había descansado domingo, lunes y martes: entendía que ése no era el problema.
Me sorprende también comprobar que gente a la que conozco personalmente y que trabaja en jornadas de seis u ocho horas, saca tiempo para entrenar más de veinte horas semanales en bicicleta o quince corriendo, teniendo que visitar al fisio todas las semanas. Veo que el tiempo dedicado al entrenamiento se ha disparado exageradamente, tratándose de deportistas aficionados. Como el horario laboral suele ser bastante inflexible, en la mayoría de los casos se roba tiempo a otros quehaceres personales. No voy a entrar a valorar esas renuncias y lo que suponen en muchos casos, cada cual sabrá. En realidad, aunque lo parezca, no quiero hacer un juicio de valor sobre estas cosas, soy demasiado celoso de la libertad individual como para juzgar si lo que hacen los demás está bien o mal, faltaría más. Pero no comparto la filosofía.
Sí hay una cosa, sin embargo, que no me gusta: la sobrevaloración que esta moda está produciendo de las distancias extremas hace que vea a jóvenes deportistas, galgos con talento para las carreras cortas (un talento efímero, propio de la juventud) que se empeñan en correr distancias para percherones. La transición paulatina que se produce en el atletismo, del medio fondo a las carreras de asfalto a medida que los corredores pierden chispa, me parece más lógica que ese afán de algunos deportistas jóvenes hoy por correr carreras de montaña de cuarenta, cien o ciento sesenta kilómetros o triatlones de larga distancia, despreciando las carreras cortas.
Quizá sea porque me he hecho mayor o porque siempre he sido un paquete al que le hubiese gustado correr rápido o porque sé por experiencia que puede ser mucho más duro correr un diez mil que un maratón…