Que un buzón es un cachivache de mierda en la punta de un monte, es una opinión íntima e intrascendente que se me fue instalando poco a poco, hace ya mucho tiempo. Tampoco es algo que me preocupe en absoluto, digamos que me la traen bastante floja los buzones. Igual que no voy a ir por ahí pegándoles patadas para quitarlos del sitio, tampoco me pidáis un donativo para instalar uno.
A mí, si me preguntan, lo tengo claro: No me gustan los buzones. Me gusta el monte.
Hace poco Pyrenaica, la revista de la EMF, hacía una encuesta en Facebook al respecto y la respuesta de los montañeros era clara, una abrumadora mayoría votó a favor de los buzones (246) y tan solo unos pocos (14) votaron en contra. Uno de estos últimos fui yo.
Por supuesto, igual que los demás, yo he sentido el alivio inmenso de adivinar su silueta, desorientado y fatigado en mitad de la niebla. También he salido de dudas ante esa incertidumbre tan estúpida como humana de comparar aquella prominencia con ésta ¿cuál será la cumbre?, gracias a la presencia de un flamante buzón de aluminio con forma de cohete o de champiñón. Francamente, son las dos únicas situaciones en las que doy algún valor a los buzones y, la verdad, un túmulo de piedras bien puestas (cuando las hay a mano) cumpliría, y de hecho cumple en muchas cimas, esa función con la misma eficacia y mucha mayor elegancia y dignidad. Bien es cierto que hay cimas herbosas donde no hay piedras a mano, o de roca compacta no apta para ello. Es cierto también que un buzón en cualquiera de las cimas de Aralar me molesta mucho menos que en una enhiesta cima pirenaica ¿Pensáis de verdad que el buzón del Aspe aporta algo a esa bellísima montaña o a nuestra actividad en ella?
¿Y a qué tanto jaleo con los buzones? Bueno, creo que lo que nadie puede negar es la invasión desmedida y chabacana de toda clase de símbolos y objetos recordatorios en las cimas y aledaños de los montes que frecuentamos. Si hace años cada cima tenía su buzón, más o menos, y se colocaba una placa o se erigía una cruz en el lugar concreto en el que había sucedido una tragedia, para recordar a las víctimas, hoy en día hay un culto pagano que, además de llevarnos a aventar las cenizas de nuestros muertos en los montes (contra lo que no tengo la más mínima objeción), nos lleva muchas veces a colocar una placa o un objeto recordatorio, a veces a erigir una especie de pequeño mausoleo privado en aquel lugar de recogimiento espiritual, simplemente porque al difunto le gustaba el sitio… o a nosotros.
Ya sé que eso no son buzones, pero con éstos se produce también un abuso en muchas cimas, en las que cada club de montaña de los alrededores, haciéndola suya, ha instalado su propio buzón, multiplicando inútilmente su posible función, o ha colocado uno nuevo sin eliminar el viejo.
¿Y los objetos de carácter simbólico, normalmente religioso o patriótico? La presencia de cruces en algunas cimas es absolutamente desmedida, a veces por sus dimensiones grotescamente magníficas o por su número. Por si no hubiera bastantes, “un pater, un abanderado y un montón de valerosos católicos, con acometividad y decisión” se dedican estos días, a decir de “La Asociación de la Cruz de San Andrés” a instalar nuevas cruces en Guadarrama.
En el artículo del Baskonia Mendi Taldea publicado en el nº 254 de Pyrenaica, se tacha de “puritana” la opinión contraria a los buzones, es frecuente también escuchar el argumento de que el impacto de la basura que los propios “montañeros” dejamos o la causada por la invasión de diversas infraestructuras, es mucho mayor. Totalmente cierto, totalmente de acuerdo. Pero es que, al menos yo, no hago una defensa de mi postura desde un punto de vista medioambiental. Es algo mucho más elemental, que tiene que ver con mi relación personal con la montaña y el montañismo: igual que no me gusta usar una pista con el coche para aproximar (aunque la uso), igual que no me gusta subirme a un teleférico para llegar a tal collado (aunque me suba), igual que no me gusta pernoctar en un refugio/hotel (aunque lo haga), igual que no me gusta que se equipen con ferratas los pasos expuestos (aunque me agarro al cable)… igualmente, cuando llego a una cima, me gusta sentir ese vínculo entre la montaña y yo sin intermediarios.
Pensaréis que es una chorrada, pero yo lo siento así.
Obviamente, la masificación de ciertos lugares e itinerarios hacen necesaria la presencia de refugios (aunque habría que ver que la pescadilla no se esté mordiendo la cola), la prudencia aconseja equipar ciertos pasos expuestos, etc, etc…
El argumento que no estoy dispuesto a admitir es el de quien dice “¡Los buzones son parte de la montaña!” o el de quien sostiene que “Las cimas que no tienen algo identificativo, pierden su interés”. Las razones son bastante obvias.
Releyendo los comentarios en el Facebook de Pyrenaica, la inmensa mayoría en defensa de los buzones, creo que, en cualquier caso, hay algo muy positivo en la generación de este debate y me parecen muy juiciosas las argumentaciones que defienden una “regulación” de los buzones, habría que determinar si esa tarea compete a federaciones, clubes, ayuntamientos… y ponerse de acuerdo. Celebro también la iniciativa de la GMF respecto a la colocación de elementos conmemorativos.
En cuanto a mi opinión personal, si alguien me pregunta: No me gustan los buzones. Me gusta el monte.