Quizá no seamos conscientes de ello y lo descubramos pasado un tiempo, pero creo que estamos viviendo la Edad de Oro del Maratón. Una disciplina tan compleja, donde los resultados son tan aleatorios (debido a la cantidad de circunstancias ambientales que intervienen), nos regala, sorprendentemente, con nuevos récords cada poco tiempo. En otro post de viejaszapatillas lo comentaba refiriéndome al récord del mundo que, como ayer, se batió sobre el asfalto de las calles de Berlín en 2011.
Realmente es un regalo que podamos vivir cada nueva edición de determinadas carreras de maratón con la esperanza, confirmada tan a menudo, de batir un nuevo récord del mundo. Para que eso sea posible, marcas que hace una década eran absolutamente inimaginables, se repiten sin parar. Y lo más esperanzador es que nuevos nombres se incorporan al elenco de privilegiados capaces de acercarse a la barrera de los 2:03: ¡Increíble!
El maratón es la carrera reina del fondo, ese límite hasta el que se puede llegar “corriendo” realmente. Hace tiempo que esta gente es capaz de correr por debajo de tres minutos el kilómetro (maratón de 2:06) durante 42 kilómetros y eso es mucho correr. Ayer en Berlín Dennis Kimetto, corriendo a 2:55/km, le pegó un mordisco de nada menos que 26 segundos al récord del mundo que Wilson Kipsang estableció el año pasado en este circuito. Pero, para mí, igual de significativo (en realidad algo así era casi previsible) es que, el segundo clasificado, Emmanuel Mutai, batiera también el récord del mundo.
Para quienes nos aficionamos al maratón en los noventa, la marca de Densimo de 2:07, un récord que duró una década, parecía un acontecimiento único e irrepetible. En la época de Gebreselassie, parecía que solo él podría bajar de 2:04. Desde 2011 ha habido seis marcas por debajo de ese tiempo en solo tres años y han sido, sin contar a Geoffrey Mutai, (2:03 en el circuito no homologable de Boston en 2011) cuatro corredores quienes han firmado esas marcas.
Hay que estar atentos, vivimos un tiempo en el que el récord del mundo de maratón puede ser tan efímero como la distancia entre Berlín, Chicago, Rotterdam y otra vez Berlín, algo sorprendente para la agónica distancia de los cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros.
La opinión de que se llegará a la marca de las dos horas se va generalizando…
¡Un privilegio poder disfrutarlo!