Las chimeneas de hadas son estructuras geológicas, fruto de la erosión, siempre llamativas. Los bloques en precario equilibro en la cima de sus torres de sedimentos más blandos adornan el paisaje y han hecho de algunos lugares como la Capadocia, un atractivo turístico de primer orden.
Cuando empecé a ir a Villanúa regularmente había en la orilla derecha del barranco de Villanúa, junto al puente del Canfranero, una bonita chimenea de hadas de considerable altura. Hace unos años desapareció, al fin y al cabo son estructuras efímeras, unas más que otras, dependiendo de la dureza del material que sustenta el bloque. No es raro encontrarse algunas en los valles meridionales del Pirineo, formadas sobre terrenos arcillosos desprovistos de vegetación, donde el agua erosiona con rapidez el terreno.
Ayer fui a dar una vuelta por las cárcavas que rodean el embalse de Yesa, es un lugar por el que he pasado infinidad de veces y donde, a pesar de que su paisaje árido siempre me llama la atención, nunca me había detenido. Caminando sobre el delicado suelo descubrí estas chimeneas de hadas diminutas, coronadas en algunos casos, no por una piedra, sino por conchas de caracoles.
Me llamó la atención el hecho de que, para estas miniaturas, las leyes de la física funcionan de la misma manera que en las grandes estructuras de varios metros. El patrón resultante de esas leyes se repite a diferentes escalas.