Madrugón con un par de cruasanes recién hechos por Miren, de la pastelería Oa de Hernani en la mochila y pensando cuál puede ser el escenario más apropiado para dar cuenta de ellos. A las seis no apetece mucho desayunar, así que decidimos que será en la cima del Mallo de la Mora, en Peña Rueba. Subiremos por la Santi Sagaste.

Vía muy chula, panzona, elegante, directa, disfrutona, con buena roca, bien chapada y complaciente. ¿Se puede pedir más? ¡Ah, sí, con ambiente!

.                                                                                       Entramos temprano en la vía, solos, hay gente en la Edu Roche y en la Sendero, luego, poco a poco, aquello se va llenando de cordadas, para entonces nosotros saliendo por arriba. Bajada para coger la ferrata a mitad de camino por un terreno mucho más evidente y seguro de lo que se comenta. Cuando llegamos de vuelta al pie de las vías contamos ¡diez cordadas! en distintas rutas de estas anchas paredes… realmente, merece la pena madrugar.

Les dejamos allí faenando mientras nos dirigimos a Murillo. Viejos conocidos y un par de buenas longanizas nos esperan. Entre trago y trago recreamos los episodios de esta mañana y planeamos la siguiente salida…

En el periódico, sobre la mesa del bar, la tonadillera enfila hacia la cárcel en un lujoso automóvil. Seguramente un chófer solícito se habrá apresurado a abrirle la puerta. Mientras, nosotros damos cuenta de nuestras cervezas y de nuestras longanizas…

¡A joderse!