Los sonidos se han apagado bajo la copiosa nevada y una atmósfera de misterio envuelve bajo una cálida manta blanca cada rincón del bosque adormecido. Sí, sí: cálida. Pese a la temperatura, pese a su color, pese a lo adverso de las condiciones fuera de su cobijo, el bosque me resulta cálido… un lugar acogedor.
Hace rato que camino ladera arriba hacia ninguna parte, solo el sonido de mi respiración, acelerada bajo el efecto de la pendiente, y el crujir de la nieve bajo mis pies, me acompañan. Son sonidos que me gustan. Sonidos con los que he madurado. Iba a decir he crecido, pero de eso hace mucho.
Cuando he salido del coche llovía, allá abajo, pero se veía venir la nevada. Hace rato que la lluvia se ha convertido en nieve y el decorado ha empezado a vestir sus ropajes de invierno. Las montañas que cierran el valle en el horizonte no existen, las nieblas delimitan su territorio como una hermética frontera más allá del bosque. Los pinos se acurrucan unos junto a otros dispuestos a aguantar el peso de la nieve sobre sus hombros. El invierno está aquí.
A los pies de un gran árbol encuentro un lugar en el que parar y comer algo, sentado con mi pantalón de ventisca sobre el suelo de hierba todavía no cubierta. El espeso ramaje sobre mi cabeza me protege, creando una pequeña guarida desde la que observo cómo el paisaje cambia a cada instante bajo el efecto de la nevada.
Cuando me quedo frío camino otra vez, camino, camino. Perdido en este universo de colores apagados, camino y jadeo, absorto contemplando las formas que se dibujan alrededor, ajeno al frío de mis manos, ajeno al tiempo que transcurre.
Para cuando miro el reloj es ya tarde, si quiero volver al coche antes de que oscurezca, debo darme prisa. Siempre me pasa igual. Bajo corriendo sobre la nieve recién caída, buscando las huellas de la subida y, por un momento, siento la conexión básica del animal con su entorno. De repente, mi percepción se transforma, siento el placer de correr despreocupado, saltando sobre los pequeños obstáculos que el terreno propone. Un momento blanco que la montaña ha dispuesto para mí diciéndome, ven y disfrútalo… no pienses, solo corre .