
Josu Erkizia en lo más alto del pódium de la Marxa Beret, le acompañan Sadurní Betriu, Ruben Caseny, Oscar Jorba y Pol Vidal.
No, no me refiero a lo meteorológico, donde una niebla pertinaz y opaca nos mantuvo a ciegas durante buena parte de la mañana. Lo digo más en sentido figurado por todo lo que ha rodeado en lo personal, para mí, esta edición de la Marxa Beret.
Nubes y claros en el panorama del esquí de fondo nacional, donde se demuestra, una vez más, que se trata de un deporte marginal sin la autoridad operativa necesaria para guiar su propio rumbo. Solo así se explica que la carrera popular de más renombre y los Campeonatos de España coincidan, forzando a los participantes a hacer una elección contra su voluntad.
Más claros que nubes en lo deportivo con la victoria de Josu, que venía fuerte después de una temporada en la que ha sufrido por aspectos extradeportivos: primero malos rollos en el mundillo nada más iniciarse la temporada, sobre los que no entendí nada, pero nada en absoluto, en el momento en que me enteré de las cosas a toro pasado y que no acierto a entender todavía hoy, después de varios meses, y luego la enfermedad, que le mantuvo parado mes y medio (para un esquiador de fondo es una putada monumental esa preferencia estacional de los resfriados y los procesos gripales, que se empeñan en atacar en invierno).
Las emociones vividas, las dudas y las satisfacciones desde aquel primer fin de semana de enero en el que me preparé doce pares de esquís el sábado en aquel agujero, mientras los chavales esquiaban en Beret, para que al día siguiente no pudieran ser usados, hasta el mediodía de ayer, cuando Josu se subió a lo más alto del pódium, me las guardo para mí y para compartirlas con el grupo. Lo que sí puedo compartir aquí es el agradecimiento a Josu por haberme dejado ser partícipe cercano de la consecución de un sueño.
¡Eskerrik asko, chaval!
Zorionak Josu, Manu… eta Rafa. Merezia eta pozgarria!