Treinta y siete veranos

37bTreinta y siete veranos… y una noche para recordarlos. Cara Oeste del Quayrat, Crabioules-Lezat, esta noche los tengo delante acompañándome y recordándome el camino recorrido, sinuoso, impredecible, desde aquella vez.

Tenía dieciocho años, más o menos los mismos que Manu, que duerme en la tienda iluminada por nuestras frontales mientras su padre tropieza en la oscuridad con los cordones sueltos de las botas para sacar una foto, amontonando piedras sobre las que colocar la cámara en precario equilibrio, probando distintas combinaciones con el obturador y el diafragma, esforzándose en capturar una imagen para el recuerdo en lugar de dormir plácidamente después de una jornada de montaña extenuante. Mi vida en treinta y siete años ha consistido más o menos en eso, esforzarse con entusiasmo en cosas inútiles, o de dudosa utilidad.

Este paisaje sobrecogedor de paredes rocosas, murmullos de agua que se escurre y cielos estrellados, fue un lugar de descubrimiento, un lugar referente al que volver una y otra vez, quizá buscando a aquel grupo de chavales soñadores que se fue perdiendo en el interior de cada uno, menguando, encogiéndose, reducido poco a poco bajo los golpes de la vida hasta habitar algún lugar recóndito de nosotros mismos… La única forma que conozco de rescatar a aquel chaval de dieciocho años es venir aquí y tocar ese granito áspero que te desolla las yemas de los dedos, sentir la sed que te abrasa la garganta y ese frío matutino que te entumece y te inmoviliza, transformándose poco a poco en un calor asfixiante a mediodía.

Hojas de hierba, Whitman… poesía vinculada en mi memoria a este espacio concreto y a un tiempo de búsqueda.

Buscar. Pasamos la vida buscando: aquel joven aprendiz de hombre me buscaba a mí en estas paredes, tras estos collados, encaramándose a estas cimas y yo hoy le busco a él cruzando estos neveros, resbalando sobre las pedreras y asomándome a los abismos… Cómo me gustaría encontrarlo ahí, sentado junto al lago con sus amigos, acercarme y abrazarlo en silencio, un momento, aunque solo fuera un momento…

Y darle las gracias.

Manu se ha despertado y pregunta si puede apagar las luces.

Gracias, Manu.

Esta entrada fue publicada en Uncategorized y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

2 respuestas a Treinta y siete veranos

  1. Iñigo dijo:

    No puedo imaginarme una vida mas autentica que aquella que pasas esforzandote con entusiasmo en cosas…, si son o no son inutiles, eso es mejor ni juzgarlo!!!

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s