Llevaba tiempo con la idea de encadenar los tres montes más significativos de la margen izquierda del Valle del Aragón: Pico de Anayet, Pala de Ip y Collarada son tres montes con personalidad propia, muy diferentes entre sí y que justifican plenamente una bonita jornada de montaña cada uno de ellos.

La propuesta de unirlos partiendo del parking de Canal Roya para llegar hasta casa, en Villanúa, me parecía bastante lógica, puestos a pensar con los pies. Calculaba unas doce horas (y no anduve muy lejos) a un ritmo normal de caminar rápido por la montaña y con las paradas previsibles a picar algo y disfrutar de los momentos que lo merecen, como se ha hecho siempre, sin ningún afán de hacer “marca”.

La compañía también la tenía elegida y, aunque Manu finalmente prefirió quedarse en San Sebastián a ver la Clásica con sus amigos, Josu se apuntó encantando cuando le propuse la actividad.

Primer tramo: Subida al Anayet

El tiempo nos mantuvo en vilo hasta el último momento: quince minutos antes de que sonara el despertador, diluviaba en Villanúa. Un tanto escépticos con la meteorología, a las cinco nos pusimos en marcha. Las primeras horas fueron de llovizna, niebla y oscuridad, con algunas dificultades para seguir el camino, hasta que amaneció justo cuando salíamos del mar de nubes en el Barranco de Las Negras. La bajada al Valle de Izas fue penosa por la falta de visibilidad otra vez y los resbalones constantes en la hierba mojada. Junto a la cabaña de Izas picamos algo consistente y tomamos el camino de Iserias, metiéndonos en la niebla cerrada antes de llegar al ibón. Dificultades de nuevo para encontrar el paso al vallecito suspendido desde el que se accede a la canal de salida al collado y cima con retraso sobre el horario previsto. El último tramo, la subida a Collarada, fue el más sencillo y agradecido de la jornada, contra todo pronóstico. En la cima, doce horas después de habernos puesto en marcha, el sol, que había estado ocultándose durante todo el día, caldeaba el ambiente e invitaba a estar allí un buen rato de charla. Josu se desquitó, disfrutando de ese bello lugar lo que no pudo tres semanas antes en el 2KV de Collarada: si es por él, nos quedamos allí a dormir. Pero la cerveza nos esperaba, tras un descenso al trote, mucho más enteros de lo previsto (al menos yo), nos presentamos en Villanúa para tomarnos un merecido trago en la terraza del Lierde, donde habíamos quedado con Idoia y Filo.

Finalmente fueron catorce horas de pateo, con buenos desniveles, algo de incertidumbre por la niebla, buen rollo y muy buen sabor de boca final. El año que viene la margen derecha, ya tengo el recorrido en la cabeza.