Hoy he hablado con mi hermano… y me he despertado enfurecido, jadeante, sudoroso. Me he levantado y me he puesto a dibujar manos.
Cuando estoy de mala hostia dibujo manos, o cuando estoy agobiado.
Cuando las cosas van mal dibujo manos, es algo que he hecho siempre y, a veces, esas manos vienen a mi encuentro y se me aparecen: en la solapa de un libro, en un pedazo de papel cuadriculado guardado entre páginas nunca después abiertas, dibujadas a boli, con lápiz, con rotulador… Mis manos, mejor dicho, mi mano izquierda (que es la que dibujo siempre) cobra vida propia, como en el relato de Maupassant, y se vuelve contra mí asida al rencor de los momentos ingratos.
¡Uff, Rafa…! ¡Qué congoja…! Desasosiego…