Korrikalaris en el Bidegorri

bidegorri2Parece que el Ayuntamiento de Donostia ha dado respuesta, en sentido negativo, a la solicitud que circulaba últimamente, en forma de recogida de firmas, de cambiar la reglamentación para que los corredores a pie puedan utilizar la red de carriles bici de la ciudad para practicar su deporte.

Celebro la decisión municipal y la contundencia con la que se ha expresado. La invitación a firmar me llegó hace días a través de algún contacto de fb y no la compartí: francamente, me parece un disparate y voy a tratar de argumentar esta opinión absolutamente tajante.

Quienes tenemos ya unos años recordamos perfectamente la aparición de los primeros bidegorris en la ciudad, la evolución seguida por éstos hasta constituir la red de comunicación que suponen ahora y las trabas que se tuvieron que superar en las distintas fases. La apuesta política decidida en favor del uso de la bicicleta como medio de transporte urbano iniciada por el equipo municipal de Odón Elorza, a demanda de colectivos como Kalapie, ha dado sus frutos y ahí están las cifras, incontestables, sobre ese incremento paulatino de uso, año tras año (cifras de agosto de 2014: 6.250movimientos/día en La Concha). Hubo momentos críticos, no olvidemos que muchos de los políticos que desde hace unos años pasean en sus campañas electorales por el bidegorri de La Concha, se opusieron en su día a su construcción (o lo hicieron sus compañeros de partido de la época) o que colectivos relacionados con la circulación como los taxistas o una parte importante de comerciantes, clamaban al cielo contra la reducción de espacios al coche. Lo que para muchos jóvenes hoy es algo natural, aunque sin duda mejorable (ver circular en bici por la calle a un montón de ciudadanos), es algo que se ha construido con mucho esfuerzo, mucho dinero y no pocas polémicas a lo largo de 25 años.

Este esfuerzo no se ha debido a un simple capricho, poner facilidades para empujar al ciudadano a usar la bici como elemento cotidiano se enmarca dentro de una política más general, encaminada a hacer de nuestras ciudades lugares más habitables. En ese sentido, la bici nos ha abierto la mente hasta aceptar su presencia de manera generalizada posibilitando un cambio de mentalidad que nos dispone a aceptar como positivo otro de los grandes aciertos en la reurbanización de la ciudad, las peatonalizaciones. Aunque hoy nos parezca mentira, los que más protestaban (y protestaban mucho) contra estas iniciativas, eran los comerciantes. La cosa no se para ahí, claro, además, esta política ha conllevado otra serie de medidas relativas a la mejora del transporte público, aparcamientos, bicicletas de alquiler, escaleras mecánicas, etc… que no voy a entrar a detallar, pero que han supuesto la integración de un montón de instrumentos diferentes dentro de una compleja orquesta con el fin de interpretar una sinfonía en la que todos deben ir coordinados. Repito, todo es mejorable, pero que nadie piense que todo eso “está ahí”, sin más, como estaba la playa de La Concha o los meandros del Urumea.

A donde quiero llegar con todo este rollo es a contextualizar la función del bidegorri. Un bidegorri no es un lugar “para andar en bicicleta”, un bidegorri es una arteria de circulación fundamental, una vía de comunicación en el contexto de una ciudad habitable y saludable. Ésa es la idea y todo lo que entorpezca o dificulte el uso del bidegorri como tal, va en detrimento de ese objetivo último.

Soy mucho más korrikalari que usuario de la bicicleta, llevo treinta años corriendo por la ciudad y (sobre todo) sus alrededores y he pasado muchas veces por el paseo de La Concha abarrotado de paseantes que me han incomodado mientras corría. También os puedo asegurar que, cuando en este caso he sentido la tentación de pasar a correr por el bidegorri, éste también estaba saturado de ciclistas. A veces he transgredido la norma y lo seguiré haciendo: ayer por la mañana corrí por Oriamendi y, desde la rotonda de la gasolinera hasta la del cruce de la Policlínica fui, como siempre, sobre el asfalto del bidegorri, más agradable que el embaldosado de cemento de la acera, es posible que me cruzara con algún ciclista, no lo recuerdo. Entre esta rotonda y la siguiente, ya junto a la clínica, me crucé en la acera (ahí ya no hay carril bici) con una pareja en bicicleta, ella llevaba además un perro atado que corría a su lado: no hubo ningún problema. Estoy seguro de que, cuando Beldarrain y otros “locos” como él corren antes de amanecer, pueden ir casi por donde les dé la gana. No es una cuestión de normas, sino de sentido común y de educación.

Se pide que la normativa permita correr por el bidegorri. Bien. ¿Y por qué no caminar? Parece una pregunta estúpida, verdad… se supone que alguien que corre va casi al ritmo de las bicis, mientras que alguien que camina se ve como un obstáculo. Pero una norma es una norma y hay que definirla: sin duda, los corredores de la élite local, cuando entrenan series van “bastante rápido” y podrían moverse por el bidegorri al ritmo medio de las bicis (recordemos que la velocidad máxima permitida, fácil de alcanzar por las bicis en llano es de 30km/h, lejos de lo que puede el mejor corredor a pie), sin embargo, un corredor trotón a 6min/km es demasiado lento. ¿Le dejamos correr al primero y no al segundo? Puedo ir más allá, ¿qué me decís de los marchadores de Nordic Walking, que poco a poco se empiezan a ver por la ciudad? Caminan a buen ritmo… ¿les dejamos usar el bidegorri? Quizá a estos no, son muy lentos. Sin embargo, la élite de marcha atlética hace la Behobia más rápido que yo corriendo… habrá que dejarles. Y, si permitimos a los marchadores, ¿por qué no a los caminantes?

Con esta reducción al absurdo lo que quiero decir es que, aún en el caso de que se quisiera aprobar y reglamentar el uso del bidegorri para los corredores a pie, habría un problema serio a la hora de poner límites.

Creo que la aplicación del sentido común, el respeto y la educación, son las que deben solventar los problemas de convivencia entre peatones y ciclistas, incluso transgrediendo a veces la norma escrita. Igual que entiendo que en una acera llena de gente el ciclista debe desmontar, puedo aceptar que vaya montado en una vacía. Igual que creo que un corredor a pie puede ir por un bidegorri vacío, entiendo que no puede circular en uno por el que están pasando bicis.

Pero la norma debe ser clara: las aceras son para los peatones, los bidegorris para los ciclistas.

Entiendo que meter korrikalaris por el bidegorri es un paso atrás y supone contribuir a la destrucción del trabajo que se ha realizado en nuestra ciudad durante estos años en la búsqueda de un modelo de ciudad más habitable.

Por mi parte ¡Korrikalaris en el bidegorri, NO! ¿Dónde hay que firmar?

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2 respuestas a Korrikalaris en el Bidegorri

  1. Miguel A. dijo:

    Completamente de acuerdo con tu idea. No hace falta regular nada que funciona simplemente con respeto y sentido común.

  2. Iñigo Oyarzabal dijo:

    Guztiz ados zurekin Rafa!!!

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