Este invierno nos está mostrando la peor cara posible a los aficionados al esquí de fondo. Después de unas Navidades en seco, se va enero con una innivación mínima en cotas bajas.

Eso hace que el colectivo de esquiadores viaje atrás y adelante buscando los pocos lugares con nieve en condiciones para esquiar. Este fin de semana la lluvia ha barrido la poca que había en Somport y Candanchú y nos hemos desplazado al pequeño circuito del Balneario de Panticosa. Cinco kilómetros de buena nieve que nos han sabido a gloria y al que hemos sacado chispas. Creo que pocas veces habrá estado tan concurrido el lugar.

De paso, he podido comprobar in situ el desastre urbanístico del que ya teníamos noticia. Hacía años que no subía al Balneario. La última vez, el complejo turístico estaba en pleno desarrollo, era la época del entusiasmo inmobiliario y un proyecto faraónico amenazaba con destruir el encanto natural del lugar.

Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina, nos obliga a echar la vista atrás y, por un momento, llegamos a dudar que todos aquellos despropósitos ocurrieran realmente, al menos, que nos ocurrieran a nosotros. Cicatrices de la especulación salvaje como las nuevas ruinas del Balneario de Panticosa nos reubican, como un doloroso pellizco, en la realidad más cruel: muertos vivientes difíciles de obviar…

No incluyo ninguna foto, prefiero quedarme con ese entorno de montaña formidable y el buen rollo de la gente con la que he compartido el fin de semana.