La nieve ahoga los colores y los sonidos tienen un eco apagado que rebota en las profundidades del tiempo, rescatando un llanto de nostalgia de pastores de pies helados, de ancianas acurrucadas junto al fuego, de artesanos en la penumbra. De olor a humo y montones de leña apilada contra la fachada.
En este lugar triste y oscuro el invierno caía como una mortaja que apagaba las ilusiones. O las apartaba hasta la próxima estación, ante la tarea urgente de sobrevivir.
Puede que el esquí sea un empeño superfluo al servicio de los amantes de la vida ociosa, pero aquí ha rescatado a los habitantes de ninguna parte, dando luz y calor a sus inviernos…
Y también color.

Inspeccionando el recorrido de la Tansjurassienne (que finalmente no se celebró)