Este año he participado por segunda vez como voluntario en la organización de la Altitoy. Nuestra tarea era el montaje y recogida de la salida y la llegada. A medida que se acercaba la fecha y pese a la racha de buen tiempo la semana anterior, los pronósticos indicaban que las cosas se podían poner muy feas en lo meteorológico justo durante la madrugada previa a la carrera.
Finalmente y aunque no dejó de nevar durante todo el sábado y la visibilidad era muy mala, al menos no hizo viento y la sensación térmica fue soportable. El domingo la situación mejoró.
Todos hubiésemos preferido unas condiciones como las del año pasado, máxime teniendo en cuenta la participación de lujo de éste, al estar la prueba incluida en La Grande Course y ser puntuable para la Copa del Mundo ISMF. Pero bueno, la montaña invernal es así… ¡y que siga siendo!
A las cinco de la mañana, en la plaza de Luz, solo el buen humor y la disposición de los que allí nos juntamos pudo contrarrestar lo desapacible del momento. Una vez puestos a trabajar entramos enseguida en calor y, a medida que empezaba a clarear, la cosa iba tomando mejor pinta.
Una vez terminado el trabajo de montaje disfruté de la carrera, de ver la subida meteórica de los corredores de la élite, de su pelea por la victoria y también de su lucha contra los elementos. Y disfruté también del empeño de quienes, no siendo de la élite, ponen toda la carne en el asador para esforzarse en una tarea ardua convertida en una fiesta para disfrutar.
En lo personal, esta segunda edición que he vivido entre bastidores ha sido también una experiencia enriquecedora de la que aprender: a solucionar problemas, a entenderse pese a las barreras del idioma y las zancadillas de un medio poco amable. Como siempre, el optimismo contagioso de los voluntarios puede con casi todo. Lo mejor, la satisfacción de los corredores que se palpaba al terminar la prueba.
Si el tiempo hubiese sido como el del año pasado, seguro que las cosas hubiesen sido más fáciles para todos, pero el espectáculo no hubiese sido más lucido. Cuando veo las fotos de los participantes bajo la nevada, no puedo dejar de pensar ¡Qué gozada!
Ah, y otra cosa: el botiquín registró muchas menos incidencias que el año pasado… la nieve estaba bastante más “mullidita”.