Un bonito plan para una tarde de primavera. Me escapo pronto del trabajo y a las dos nos plantamos en Aritxulegi con la intención de escalar la “Basurdeen begiratokia” para trasladarnos luego al otro extremo de las Peñas y hacer el espolón del Muganix para volver cresteando las cuatro puntas.
Peñas de Aya es un lugar especial en la frontera entre la costa y el paisaje interior. Desde cualquiera de sus cimas la vista es formidable, dominando desde la comarca de Donostialdea hasta la bahía de Txingudi casi a vista de pájaro. El horizonte se prolonga por la costa desde Matxitxako en un extremo hasta las Landas en el otro. Al otro lado, el vallecito que encierra el embalse de San Antón a nuestros pies, dominado por el otro peñasco granítico de Kopakarri, es un lugar perdido de espeso hayedo, ahora vestido de un verde intenso y salpicado por cuatro caseríos desperdigados. Más allá, los montes de Artikutza, hoy ocultos entre los nubarrones.
Empezamos a escalar la primera vía y empieza a llover. Terminamos en ensamble, casi a la carrera (la vía es muy fácil) y justo cuando acabamos, deja de llover. Continuamos el camino hacia Elurretxe, al otro lado de Peñas, por el precioso bosque de hayas, adornado con algún pequeño salto de agua. Sale el sol y nos despojamos del chubasquero. Cuando pasamos la vertical del primer pico, el de Muganix, dejamos el camino y tiramos monte arriba en busca del sendero que viene desde el collado de Erlaitz. En un cuarto de hora llegamos a él y en otro más estamos al pie de la segunda vía, también muy fácil, que recorre el marcado espolón que cae del Muganix en tres largos. De las tres opciones reequipadas hace poco por la federación, elegimos la de más a la derecha. Dos largos muy bonitos y un tercero demasiado facilón que se puede mejorar por una variante a la derecha. Por supuesto, en cuanto nos atamos la cuerda empieza a llover otra vez y para, naturalmente, cuando alcanzamos la cima. Tiempo para un bocata y recogemos los bártulos para recorrer, de cima en cima, todo el cordal hasta el Erroilbide, una preciosa travesía admirando el paisaje a derecha e izquierda. Finalmente bajamos hacia Aritxulegi, donde nos plantamos a las ocho de la tarde.
Tonto, tonto, nos hemos tirado seis horitas de excursión, trepando y caminando, y decidimos, de común acuerdo, que nos hemos ganado una cerveza en el refugio de Arritxulo. Paga Josu.