Desde su dimensión líquida observa con atención al distraído transeúnte que, al otro lado, pasea deleitándose en la contemplación de las cosas grandes. Para él las cosas grandes forman parte de otro mundo, ajeno más allá de la frontera de ese espacio confortable de techo acristalado. El vaivén suave de las corrientes que mecen el agua, el gorgoteo hipnótico y los sonidos apagados, crean esa atmósfera protectora y amable. Trepa por las rocas o debajo de ellas buscando refugio, se deja arrastrar por la corriente o nada vigoroso hacia la superficie, asomándose a la otra dimensión. La vida, para él, es un asunto simple que se va negociando ante las pequeñas incertidumbres del día a día
Ahí, al otro lado de esa superficie transparente y elástica, hay otro mundo…
¡Qué chulada de video! Me da paz…