Sentado en la terraza de un refugio de montaña pirenaico a 2000m, rodeado de gente a la que quiero tras una buena paliza montañera, de paso camino de lo cotidiano, siento una felicidad culpable.
Las costuras de estas montañas, tejidas de sueños y deseos, son más frágiles de lo que aparentan y se rasgan frente a la fuerza incontenible de una realidad lejana que resuena como el eco poderoso de un derrumbe en los abismos.
Tan lejos de todo, tan ajeno a todo, a veces me siento culpable.
Culpable de no entender.
(Ref de Larribet 18/ago/2017)