(Releyendo «Montañas de papel», de Antxon Iturriza. Extracto de una conversación imposible entre Miriam García y Antxon)
Miriam, ¿qué serás de mayor?
«En la próxima reencarnación seré una chova.»
Venías y te volvías a ir, pero al marchar siempre quedaba hilvanada una mirada hacia atrás.
«Hay otra mujer, la del silencio, heroína de gestas sin honores ni grandezas. Y más valor se necesita para esperar con el rostro sereno, con su gesto ausente de madre que no llora.»
Te despediste de tu madre y volaste…
«Por fin me voy y ya no tengo nada, no me importa nada. Solo subir, subir y subir…»
Ahora que lo pienso, qué buena idea. Tiene que ser fácil para una chova subir a las montañas.
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Cuando era niña, allá por tierras de Yerri, solíamos ir todos los mocetes del pueblo a un paraje cercano al que llamaban Choas. Era un lugar agreste, rocoso, de arbustos bajos, en el que habitaban las aves que daban nombre al lugar. Resultabaninquietantes con sus plumajes negros y sus graznidos agrios, era una aventura salir del pueblo y triscar por allí, en libertad…No he vuelto desde entonces, dudo que supiera encontrar el camino, pero recuerdo aquello como algo mágico, permanecen en mi memoria los colores, el olor del campo y sus gritos mezclados con nuestras risas…qué buenos recuerdos!