Llegas a la cima trepando sobre la caliza que forma este baluarte de la blanca muralla de la sierra de los Alanos. Un paisaje espectacular desde que lo avistas desde el puerto de los Navarros hasta que alcanzas este punto, no el más alto, pero sí el más esbelto, que es el Achar de Alano.
Y te encuentras un bote de hierro oxidado que señala la obviedad de que estás en la cumbre. Las nubes reptan por el norte, arrastrándose sobre las laderas desde el llano. Al sur extensiones luminosas de verde y azul. Algunos neveros adornan las últimas pendientes del Peña Forca.
Para llegar aquí hay que trepar, como digo, el último contrafuerte rocoso, apenas unos pocos metros, tras dos horitas de marcha desde el Llano de Tacheras, o hay que trepar un poco más si se escala su vertiente norte. Y cuando llegas, te encuentras con un bote metálico montado sobre un pedestal. Y cuando abres el bote (no seré yo quien lo toque), ¿qué encontrarás?: basura.
Es como un bizcocho de chocolate, relleno de… chocolate.
Pero en cutre.