Urbanita mirando el paisaje

iturriavz

Somos gente de ciudad, educados en una visión bucólica del paisaje. Nos hemos acostumbrado a valorarlo en función del relato de nuestras inquietudes, mayoritariamente recreativas (más o menos activas, más o menos contemplativas), hacia él. Buscamos encajar lo que vemos en ese modelo previamente establecido según nuestra doctrina. Tratamos de recomponer ese puzzle prejuicioso y, a la vuelta de la excursión, las piezas que han sobrado determinan nuestro grado de satisfacción o, mejor dicho, de insatisfacción. Adjudicamos valor estético al paisaje en función de unos gustos determinados por ese relato.

Pero el relato cambia, cambia en función del tiempo, de la historia, y cambia en función del entorno social y cultural: lo que hoy es bello, ayer igual era feo; lo que para ti es deseable, para mí puede no serlo.

Sin embargo, nos acercamos al paisaje convencidos del sentido unívoco de nuestro juicio, refrendado inevitablemente por el peso abrumador del número, en una sociedad moderna dominada de facto y de pensamiento por la ciudad.

Pero hay otras formas de ver el paisaje, de vivirlo e interpretarlo. Prácticamente todo el paisaje que conozco es paisaje más o menos humanizado, incluso ese cuyos valores naturales reconozco y donde la severidad de las condiciones limitan la influencia del ser humano. Es más, hay paisajes naturales donde lo que admiramos es, precisamente, resultado de la acción humana.

Por eso, por encima de unos cánones estéticos que me dibujan un paisaje bucólico de cuento infantil, quiero paisajes vivos en los que la relación del ser humano con el entorno natural persevere, como lo ha hecho desde tiempos inmemoriales, adaptando los medios, como se ha hecho también desde siempre, al desarrollo cultural y tecnológico contemporáneos.

Las grandes extensiones de pastos sin ganado de muchos montes peninsulares (siempre que preservemos los caminos entre la maleza), los coquetos caseríos y bordas de postal convertidos en chalets con vistas y las nobles casas de piedra de muchos pueblos, frías y deshabitadas hasta el mes de agosto, a nosotros nos sirven: quedan bien en la foto, encajan en el puzzle para que volvamos contentos a la ciudad.

atakavz

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