El chaval de dieciséis años que cruzaba el Puente de Santiago tratando de disimular el caminar ortopédico al que le obligaban sus flamantes botas de alta montaña, nunca hubiese imaginado que aquellas Galibier Super Guide de cuero reluciente, que bloqueaban sus tobillos, fueran a terminar en un museo. Ni yo tampoco. Seguir leyendo
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